Habitualmente
oímos hablar de la importancia de tener una buena autoestima, de mantenerla, de
fortalecerla, de fomentarla… pero en muchas ocasiones no tenemos claro qué es
realmente o hasta qué punto puede llegar a ser importante para nosotros.
La
autoestima es el conjunto de creencias
y valores que una persona tiene sobre sí misma, de sus capacidades,
habilidades, y recursos. La autoestima es la forma en la que nos vemos, nos
queremos, nos sentimos y nos comportamos con nosotros mismos.
Desde
pequeños, nuestros pilares fundamentales son nuestros padres, profesores y
compañeros de guardería o colegio. En ese punto, cuando nos movemos en un
ámbito social, es cuando comenzamos a generar la imagen que tenemos de nosotros
o de cómo nos ven los demás. Es una de las etapas más importantes para
cualquier persona.
El
interés general de cualquier padre o madre debe ir encaminado a promover una
buena autoestima, que prepare a su hijo/a para comenzar a ser independiente. Si
se consigue, la dependencia infantil irá desapareciendo con el paso de los
años, favoreciendo la aparición de una adolescente responsable de sus actos y
que se respeta a sí mismo.
Un
adulto seguro de sus posibilidades, conocedor de sus límites y con una
tolerancia a la frustración adecuada, tendrá muchas más posibilidades de
enfrentarse a los problemas cotidianos que se le presenten y superarlos con
éxito.
Todos
y cada uno de nosotros basamos la imagen que tenemos de nosotros mismos en
conceptos básicos que en muchas ocasiones no reconocemos, pero que son los que
determinan cómo y por qué reaccionamos a ciertas situaciones de una manera u
otra. Estos conceptos básicos son:
·
Autoaceptación y autoconocimiento: Tener claros nuestros defectos y nuestras
virtudes, nuestros puntos fuertes y débiles nos ayudará a aceptarnos tal cual
somos. Saber qué aspectos debemos mejorar es básico para nuestra evolución
positiva como personas. Debemos tener claro que no se trata de que todo lo que
hacemos nos parezca bien y no tengamos que cambiar nada, cayendo en el
narcisismo, sino que reforcemos nuestros puntos fuertes y mejoremos
notablemente los débiles. Aceptarse a uno mismo, conlleva la posibilidad de
cambio y mejora, negarse lo que uno es, empeora las situaciones y puede
conllevar el rechazo de nuestros iguales.
·
Autorresponsabilidad: Todos y cada uno de nosotros somos responsables de nuestras
acciones y decisiones. Lo que decimos o hacemos tiene consecuencias tanto para
nosotros como para los que nos rodean. Ser conscientes de que parte de nuestra
vida controlamos y cual no, es básico. Hay cosas que se encuentran fuera de
nuestros control y pretender cambiarlas o luchar contra ellas solo generará en
nosotros frustración y sensación de soledad. Cada uno debe tener claro que
aspectos dependen de uno mismo y cuáles no para encontrar la estabilidad
necesaria.
·
Autoafirmación: respetarnos a nosotros mismos de cara a los demás es lo que nos
hace sentir seguros. La persona que deja de ser ella misma para agradar a
otros, nunca encontrará la tranquilidad y la serenidad necesarias para seguir
adelante con su vida. No se trata de no adaptarnos a peticiones o situaciones
que los demás puedan requerir, sino de no sobrepasar los límites que nuestros propios
valores, normas o creencias nos indican. Si nos comportamos de una forma
distinta a la que consideramos correcta, la incoherencia entre nuestros actos y
nuestros pensamientos puede llevarnos a no estar seguros de quienes somos.
Si
somos capaces de llevar a cabo estos conceptos básicos, nuestra autoestima se
verá reforzada de una forma clara y concisa. La necesidad de creer en uno
mismo, valorarse y sentirse bien, es primordial y determinante en las
relaciones que desarrollamos con nuestros familiares, amigos y conocidos.
La autoestima, es la base principal de las
relaciones humanas, por ello es tan importante trabajarla y mantenerla a lo largo de todas las etapas de nuestra vida, desde bien pequeños.